jueves, 31 de julio de 2008

Según Platón, al principio de la creación, los hombres y las mujeres no eran como son hoy. Había un solo ser, que era bajo, con un cuerpo y un cuello, pero cuya cabeza tenía dos caras, cada una mirando en una dirección. Era como si dos criaturas estuviesen pegadas por la espalda, con dos sexos opuestos, cuatro piernas y cuatro brazos.

Los Dioses griegos, sin embargo, eran celosos , y vieron que una criatura que tenía cuatro brazos trabajaba más, dos caras opuestas estaban siempre vigilantes y no podían ser atacadas a traición, cuatro piernas no exigían tanto esfuerzo para permanecer de pie o andar durante largos períodos. Y lo que era más peligroso; la criatura tenía dos sexos diferentes, no necesitaba a nadie más para seguir reproduciéndose en la tierra. Entonces Zeus, supremo Señor del Olimpo, tenía un plan para hacer que los mortales perdieran fuerza, y con un rayo, partió a la criatura en dos, y así creó al hombre y a la mujer. Eso aumentó mucho la población del mundo, y al mismo tiempo desorientó y debilitó a los que en él habitaban, porque ahora tenían que buscar su parte perdida, abrazarla de nuevo y en ese abrazo recuperar la antigua fuerza, la capacidad de evitar la traición, la resistencia para andar largos períodos y soportar el trabajo agotador. A ese abrazo donde dos cuerpos se confunden de nuevo en uno lo llamamos sexo.

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